El malestar de los jóvenes (adolescentes y jóvenes adultos) es cada vez más frecuente. Es un sufrimiento profundo que los jóvenes experimentan y puede presentarse con diferentes síntomas: tendencia al aislamiento con sentimientos de soledad y exclusión, ira y hostilidad marcada, dificultad en el rendimiento escolar que puede llegar a que el joven decida retirarse de la escuela, pérdida de interés en la mayoría de las actividades, sentimientos de incapacidad e inestabilidad de las emociones.
Cada vez más es en la edad juvenil que se presenta la adicción de sustancias y alcohol. Estas dependencias tienen un papel central en causar desajustes progresivos, lo que puede llevar a la aparición de trastornos psiquiátricos inducidos por sustancias.
La edad de los adolescentes y de los jóvenes adultos (19-26 año) parece ser la edad típica del inicio de los trastornos psiquiátricos más comunes, tales como trastornos de ansiedad, depresión y trastornos psicóticos.
Las causas externas, como la intimidación o «bulling» y las situaciones familiares difíciles, pueden causar un estado de sufrimiento que conduce a manifestaciones de enojo, aislamiento, deterioro del rendimiento académico.
El autolesionismo a una edad temprana es un señal de alarma que demuestra un malestar profundo, a menudo atribuible a trastornos de la personalidad que requieren una intervención apropiada.
La primera intervención es sin duda una clasificación correcta del malestar (diagnóstico) y la evaluación de posibles estrategias de tratamiento basadas en evidencias científicas.
Dar un nombre a una condición de sufrimiento de un joven aparentemente injustificado lleva consigo una reducción de la ansiedad.
Es importante evaluar si una terapia farmacológicaespecifica pueda ayudar a obtener un alivio en el menor tiempo posible.
Los padres deben estar involucrados en el tratamiento, pueden ser invitados a participar, ya que a la mayoría de las veces ellos también están cansados y angustiados por el profundo malestar de su hijo y la aparente incapacidad de poder ayudarlo.
Así, el sufrimiento del hijo tiende a convertirse en el sufrimiento de toda la familia.
Es necesario enseñar a los padres a ayudar a sus hijos con estrategias compartidas y tranquilizadoras.
A veces puede también ser útil apoyar el tratamiento con intervenciones educativas (en casa) individualizadas. Los estudios demuestran que estas intervenciones directas estimulan lo antes posible la reanudación de los proyectos de los niños, un elemento central de la vitalidad de los jóvenes.
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